¿Quién dice que podemos hacer el amor?

El amor nos hace a su conveniencia: en la cama, en la cocina, en la ducha, detrás de la puerta, nos hace dentro del auto mientras sudamos lujuria e intercambiamos pensamientos fluidos.
El amor nos hace por las mañanas, cuando los niños se van y las vecinas salen a barrer sus puertas cantando a coro la letanía de sus penas.

El amor nos moldea con la destreza de un alfarero, encerrando nuestras vidas en un círculo vicioso de placeres y displaceres, de aventuras y engaños, y desenfreno, de felicidades compartidas, de revistas prohibidas, de puertas que cierran solas y esposas que ven como la cena se enfría ante su mirada extraviada. Un círculo vicioso etílico, de emociones perturbadoras, de acciones creadoras, círculo vicioso de vida.

El amor nos hace perder la cabeza, nos vuelve daltónicos de tonos rosados, nos hace ser virtuosos del escape en madrugadas cuando la suegra toca la puerta, nos hace sentir amos del mundo, ecologistas, bohemios, poetas y locos.

El amor nos hace ver la realidad bajo una luna llena, un segundo mágico... ¡Zas!
Cerramos los ojos, se nos dibuja una sonrisa cómplice y luego nos hace creer que nosotros podemos hacer el amor.

Sin duda el amor nos hace ser lo que somos, por lo que somos y para quien somos.